sábado, 30 de septiembre de 2017

El recreo

Fernando tuvo un pensamiento ovalado y azul que escapó de su frente y comenzó a flotar por encima de todos como un globo de feria. A Rosalina le gustó el pensamiento de Fernando y empezó a imaginar y un sueño naranja con forma de pez se escurrió de sus rizos. A Anned se le abrió de sorpresa la boca y de entre sus dientes echaron a volar pajaritos de papel. Daniela y Diana atraparon a lazo varias nubes y tejieron con ellas una gran cama elástica. Y los niños de la escuela salieron al recreo y surcaron el cielo en pajaritos de papel persiguiendo mil globos y peces naranjas y saltaron en las nubes e invitaron a su fiesta a otros niños mayores y de ahí ya no bajan por más que la maestra les reclame para empezar la clase. De ahí no piensan moverse, aunque les ruja un tigre o el mundo se desplome.

Dedicado a las víctimas del terremoto de México. D.E.P.

domingo, 6 de agosto de 2017

El sabor de las hogazas (finalista ENTC octubre 2016)

Cuando saltaba los charcos, Mario observaba su reflejo distorsionado sobre el agua, la amplitud de sus piernas fibrosas rodeadas por un cielo de nubes. Los días de lluvia, al salir del colegio, el camino del bosque se convertía en una pista de obstáculos y entonces corría, saltaba y corría sin manchar demasiado sus zapatos gastados para que no le regañara madre. Los árboles le alentaban desde la vereda con un rumor húmedo hasta el umbral de la casa. Luego era el beso en la frente, la hogaza de pan preñada de matanza, la chimenea y sus fuegos de artificio.


Mientras escuchaba el himno en su honor, Mario pensó en el tiempo, en cómo salta y observa su reflejo distorsionado sobre la memoria; el tiempo, que siempre le ganaba porque corría más rápido, un poco más rápido que sus zapatos gastados, que el rumor de los árboles y el crepitar del fuego; el orgulloso tiempo, que nunca subía al podio a recoger sus medallas porque no tienen el sabor de las hogazas; el tiempo, que sabía cómo ganarle, pero no cómo vencerle, porque aún seguía corriendo, en días de lluvia, por el camino del bosque.

domingo, 23 de julio de 2017

Fábula


Una vez fui gato. Recuerdo la noche en que, después de ronronear bajo tus sábanas, escapé de tus caricias y salí huyendo por la ventana. Me adentré en un callejón oscuro donde paraba una gata hechicera que me convirtió en sapo. Lo descubrí un día de lluvia al observarme en el reflejo de un charco de bourbon, aunque ese sonido gutural tan desagradable que emergía de mi existencia ya me hizo sospechar. Y recordé que todo sapo necesita una princesa que le bese para romper el hechizo, así que fui a buscarte, llamé a tu puerta, te puse ojos de cordero y prometí ser un perro fiel y dócil. Entonces me besaste y se produjo la transformación: saliste volando con tus alas de albatros.

jueves, 20 de julio de 2017

Perfidia

Le esperaba. Lleva todo el día rondándome con su timidez, aprovechando la más mínima ocasión para cruzarse conmigo, para tocarme. Finjo estar dormida mientras escucho como se desliza de forma sigilosa por la oscura habitación. Siento un sudor frío que refresca como un riachuelo cada una de mis vértebras. 

Él también está nervioso, indeciso. Roza la tersura de mis muslos a través de la sábana, luego mi vientre. Pero no se decide. Noto que se distancia de mí por un breve instante. 

Vuelve. Esta vez se acerca con todo su aplomo, seguro de sí mismo. Me acaricia el brazo. Se detiene. No puedo contenerme más. Abro los ojos, le miro fijamente, me abalanzo con el brazo que me queda libre hacia él.

No puedo evitar esbozar una pérfida sonrisa de satisfacción al ver cómo ha caído rendido a mis encantos. Una mujer sabe muy bien cómo debe usar sus armas. Sobre todo el matamoscas.

sábado, 18 de marzo de 2017

Invisibilidad

Soy yo, el invisible. Ése que se confunde con la materia translúcida de las ventanas en tus trenes, que flota en el rebufo de tus andares mientras camina sin ganas hacia un trabajo invisible, que esperará a que transcurran nueve horas invisibles para volver a imaginar que algo, presuntamente invisible, pudiera suceder y entonces me miraras con esos ojos tuyos de mar sereno repleto de corales y peces traviesos, y me hablaras con un tono de voz íntimo, como en las películas donde pasan cosas bonitas, mientras lentamente me vuelvo invisible como los trenes que se adentran en la noche.