jueves, 20 de julio de 2017

Perfidia

Le esperaba. Lleva todo el día rondándome con su timidez, aprovechando la más mínima ocasión para cruzarse conmigo, para tocarme. Finjo estar dormida mientras escucho como se desliza de forma sigilosa por la oscura habitación. Siento un sudor frío que refresca como un riachuelo cada una de mis vértebras. 

Él también está nervioso, indeciso. Roza la tersura de mis muslos a través de la sábana, luego mi vientre. Pero no se decide. Noto que se distancia de mí por un breve instante. 

Vuelve. Esta vez se acerca con todo su aplomo, seguro de sí mismo. Me acaricia el brazo. Se detiene. No puedo contenerme más. Abro los ojos, le miro fijamente, me abalanzo con el brazo que me queda libre hacia él.

No puedo evitar esbozar una pérfida sonrisa de satisfacción al ver cómo ha caído rendido a mis encantos. Una mujer sabe muy bien cómo debe usar sus armas. Sobre todo el matamoscas.

1 comentario:

  1. Nadie podrá decir que no son interesantes las historias que cuentas. Esa lucha eterna que nos acerca y aleja sin llegar a comprender si el amor es nuestro destino o un péndulo que se debate sin pausa entre el gozo y el dolor.

    Un abrazo.

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